lunes, 15 de febrero de 2016

ASESINATOS EN EL ECUADOR

Por: Francisco Ulloa Enríquez

Hace 17 años, el primer diputado afrodescendiente del Ecuador, Jaime Hurtado González, fue asesinado, en la esquina de las calles Piedrahita y 6 de Diciembre, diagonal al Palacio Legislativo. Aquel hecho ocurrió el 17 de febrero de 1999.

Los ecuatorianos seguimos reclamando y esperando que los  CRÍMENES POLÍTICOS en nuestro país no terminen en la impunidad y  que esta sea la norma de comportamiento.

Es necesario que se investigue y se determine los responsables de todos los casos que nos han dejado un amargo sabor en la boca a quienes creemos en la justicia. Mencionemos unos cuantos crímenes ocurridos a través de la historia y de los cuales no se han sancionado a todos los responsables; así tenemos los casos de: Antonio José de Sucre; Francisco Hall, fundador del Partido Nacional, embrión del liberalismo ecuatoriano;  Eloy Alfaro y sus tenientes; Julio Andrade; Milton Reyes; Rafael Brito Mendoza; Rosa Paredes; Consuelo Benavides; Jorge Tinoco; Abdón Calderón Muñoz; Jaime Hurtado Gonzáles; Arturo Jarrín; Jaime Roldós; José Tendetza; Fausto Valdiviezo; Jorge Gabela; entre otros. Solo cuando todo se aclare, podremos afirmar que la historia no tiene plazo para establecer la verdad total.

La frágil memoria que padecemos los pueblos, ha sido la responsable de que seamos, de una u otra forma, cómplices de nuestra propia tragedia como pueblos oprimidos.

Las nuevas generaciones deben saber las referencias particulares de aquellos seres humanos que entregaron su vida en defensa de sus ideales, de quienes imprimieron su sello personal en las luchas y anhelos populares. Y, cuando se trata de rendirles un homenaje no es suficiente poner su nombre a un aula universitaria, a un teatro, a una institución educativa, a una calle  de la ciudad; ese homenaje, para que no se torne vacío y ajeno, debe llevarnos a profundizar y asociar  la memoria colectiva con el conocimiento cabal de sus acciones.

En el Ecuador de hoy, la inseguridad no viene únicamente desde la delincuencia organizada o común. Lastimosamente, muchos de quienes expresamos nuestro desacuerdo con el régimen de turno, las organizaciones sociales, sindicales, de campesinos, de indígenas que también exteriorizan su descontento con las políticas gubernamentales, los diferentes gremios profesionales, especialmente los periodistas cuestionadores, somos acosados, atacados, vilipendiados, perseguidos por una administración populista que gracias a la ágil y viperina lengua del caudillo, diariamente busca imponer a través del miedo sus posturas dogmáticas y sectarias que favorecen a una minoría privilegiada.


En democracia, la seguridad ciudadana se construye tendiendo amplios puentes de diálogo, no aporta en nada la violencia en sus diversas formas, ya que esta genera resistencia y reacción que polarizan posturas y dividen a los pueblos, más cuando en los organismos que tienen la responsabilidad de administrar justicia son evidentes las inconformidades.

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