Por:
Francisco Ulloa Enríquez
Tomo prestado el título y el
texto publicado en facebook por mi esposa, Raquel Herrera, para compartir con
nuestros lectores mis primeras reflexiones escritas, sobre el devastador
terremoto de 7.8 grados que afectó principalmente a las provincias de Manabí y
Esmeraldas, con consecuencias menores en otras provincias y sentido en todo el
país:
“He tenido la oportunidad de
conocer, vivir y disfrutar de Manabí. Cómo olvidar sus playas: El Murciélago,
Tarqui, Santa Marianita, La Tiñosa, Los Frailes, San Lorenzo, Canoa, Bahía, San
Vicente, San José, Puerto Cayo, Ayampe, Crucita, Pedernales, San Clemente,
Santa Rosa, Las Piñas, entre otras; su exquisita gastronomía: ceviches, bollos,
tonga, corviches, greñoso, encebollado, torta de verde con pescado, torta de
maíz, pan de almidón de yuca, huevos mollos, alfajores, dulce de camote y un
sin fin de delicias; la tradición oral manabita con sus amorfinos, chigualos;
pero por sobre todo la sonrisa y forma espontánea de su gente; cada uno de sus 22
cantones tiene su atractivo. Al lograr comunicarme tras varios intentos con
algunos amigos, me conmueve oírles que al narrar su experiencia en esta
tragedia, su voz se corta, y rompen en llanto. Hoy ellos nos necesitan y que sea
nuestra fortaleza la solidaridad, así como Chone plasma su orgullo en la frase
100% chonero, que hoy nuestro orgullo sea la solidaridad, 100% solidarios. Unidos
lo lograremos,…”
Son muchos los afectos que me
unen a la ciudad de Manta, en ella por varios años trabajé asesorando en el
proyecto educativo de las instituciones regentadas por la Congregación de
Hermanas Oblatas de San Francisco de Sales; allá pude compartir tertulias
culturales y sociales con entrañables amigos, en esa bella ciudad puerto crecieron
y se educaron mis hijos y fueron muchos los sueños que trazamos para una tierra
acogedora y generosa. Cuando fui Presidente de la Asociación de Universidades y
Escuelas Politécnicas Públicas del Ecuador, pude conocer de cerca los esfuerzos
de las universidades manabitas por cada día ofrecer mejores oportunidades de
formación profesional a sus estudiantes. Y como no señalar que en Manabí
descubrí innumerables rincones hermosos con amaneceres, atardeceres y noches de
ensueño, donde la naturaleza y su gente se funden en uno para pintar sus
paisajes de colores y fundirlos a los variados tonos azules de su cielo y de su
mar , donde los días soleados parecen eternos, y las noches de luna se cobijan
con el arrullo del mar, y en sus playas que parecen infinitas se camina
descalzo sintiendo la suave ternura de la arena que te acaricia y al juntarse
con las aguas saladas que llegan con las olas te entregan un bálsamo
refrescante, sencillamente delicioso.
Puedo decir que la mayor parte de
los ecuatorianos alguna vez disfrutamos de Manabí o de Esmeraldas y sus
encantos, es por ello que la solidaridad no se ha hecho esperar, la
improvisación del Gobierno al no contar con un fondo para atender desastres ha
sido remplazada con creces por el corazón solidario de los compatriotas de
todas las regiones del país y por una comunidad internacional conmovida ante la
magnitud del desastre que el terremoto dejó.
Sabemos que los esfuerzos para
salir adelante serán enormes, que es necesario aprender las lecciones que nos
dejan estas durísimas pruebas para no cometer más errores, especialmente, en la
calidad de nuestras construcciones; estoy convencido que la unidad del pueblo
obligará a los gobernantes a entender que por la ubicación geográfica nuestro
querido país esta expuesto permanentemente a sufrir las consecuencias de
desastres provocados por fenómenos naturales que se agravan por causas antrópicas,
y que es obligación del Estado salvaguardar a la comunidad contando con un
fondo permanente que sirva para atender estas potenciales catástrofes.
Hoy más que nunca los versos
hechos canción y que sonaron por primera vez en 1935 y surgieron de la
inspiración de Elías Cedeño Jervis y que gracias a la musicalización del
cuencano Francisco Paredes Herrera se convirtió con el pasar de los años en el
pasillo símbolo que en todo el país se tararea con inmenso sentimiento. Sea
esta la mejor forma de decir a toda la gente manabita que el corazón del
Ecuador está con ustedes.
Tierra hermosa de mis sueños
donde vi la luz primera,
donde ardió la inmensa hoguera
de mi ardiente frenesí;
de tus plácidas comarcas,
de tus fuentes y boscajes,
de tus vívidos paisajes
no me olvido Manabí.
Son tus ríos los espejos
de tus cármenes risueños,
que retratan halagüeños
el espléndido turquí.
De tu cielo en esas tardes
en que el sol es una pira,
mientras la brisa suspira,
en tus frondas, Manabí.
Tierra hermosa de mis ansias,
de mis goces y placeres,
el pensil de las mujeres
más hermosas se halla en ti.
Por la gracia de tus hijas,
por tus valles, por tus montes,
por tus amplios horizontes,
te recuerdo, Manabí.
Tierra bella cual ninguna,
cual ninguna hospitalaria,
para el alma solitaria,
para el yermo corazón:
Vivir lejos ya no puedo
de tus mágicas riberas,
¡Manabí de mis quimeras,
Manabí de mi ilusión!