jueves, 28 de enero de 2016

PERROS CALLEJEROS Y CALLEJIZADOS

Por: Francisco Ulloa Enríquez
El perro es la especie animal que más tiempo ha acompañado a los humanos, ya que, su proceso de domesticación empezó en Europa hace 18.800 y 32.100 años según una investigación genética auspiciada por el Consejo Superior de Investigaciones Científicas de Estados Unidos, esta afirmación descarta la teoría que este proceso se habría iniciado hace 10.000 años en Asia.
En los territorios que hoy conocemos como América Latina, existieron domesticados por los pueblos nativos perros mansos, de mediano tamaño, sin pelo y que no sabían ladrar. Fueron los conquistadores españoles los que introdujeron perros de gran tamaño conocidos como “Alanos” y que sirvieron como arma de guerra, ya que los entrenaban para causar terror y asesinar a  seres humanos pertenecientes a nuestros pueblos originarios.
La gran capacidad de adaptación de los perros diversificó las razas y se convirtió en poco tiempo en el animal doméstico favorito de los humanos, hasta identificarlo como “el mejor amigo del hombre”.
Sin embargo, en el mundo urbano del siglo XXI, la denominada fauna urbana  principalmente conformada por perros callejeros y callejizados, forman parte de un creciente y grave problema.
Los perros callejeros son aquellos animales que no tienen dueño y deambulan por diferentes sitios de la ciudad buscando su sustento; en tanto que a los perros callejizados sus dueños no los atienden adecuadamente y dejan que estos transiten por los barrios libremente.
El problema es de seguridad y salud tanto para los humanos como para los perros; los riesgos para unos y otros son muchos; así:
Los seres humanos pueden verse afectados por inesperados ataques de canes agresivos que además de causar dolorosas heridas pueden ser transmisores de muchas enfermedades (las zoonosis pueden relacionarse con la rabia, con bacterias, con protozoarios, con trematodos, con cestodos, con nematodos y con ectoparásitos).
Los perros callejeros y callejizados día a día tienen alto riesgo de morir por atropellamientos, envenenamiento y a su problema de hambre que con frecuencia lo mantiene desnutrido y propenso a adquirir enfermedades se suma el maltrato de muchos ciudadanos.

Las autoridades de los Gads cantonales, como única respuesta, se plantean la promulgación de una ordenanza que en muchas ocasiones es un instrumento lleno de buenas intenciones pero que queda en letra muerta, por la escasa aplicación y la poca efectividad para resolver un problema creciente.

La inexistencia de una dependencia pública que regule, controle y establezca políticas educativas que consoliden una cultura de responsabilidad social para con los animales es el punto de quiebre de una mirada integral a un fenómeno urbano que complica la existencia por igual a humanos y animales.

Entre los Gads cantonales y las dependencias correspondientes del Ministerio de Salud Pública no existe una tarea adecuada de coordinación de esfuerzos, ya que éste último visualiza el problema desde la óptica de control de los vectores de zoonosis, relegando la atención que debe brindarse al bienestar animal.

Según datos de Protección Animal Ecuador (PAE) tres de cada cinco perros de la calle alguna vez tuvieron dueño, mientras los otros dos nacieron y sobreviven a la intemperie. Estudios internacionales estiman que un 60 % de los hogares tiene uno o más perros. Las estadísticas son escasas y eso demuestra que en las diferentes instancias gubernamentales el tema de los perros aún no es considerado relevante como para producir datos que posibiliten una adecuada gestión.

Es hora de colectivamente, los humanos en calidad de animales superiores, hacer una reflexión seria respecto de nuestros deberes y derechos para con otros seres vivos y asumir las culpas que nos correspondan y enmendar procedimientos; si no vamos a mantener, cuidar, vacunar y brindar seguridad a nuestras mascotas es mejor  a tiempo no adquirir esa responsabilidad.
Los Gobiernos locales tienen entre sus responsabilidades trazar políticas de gestión de la fauna urbana; y esto tiene que ver con métodos de captura y esterilización, políticas de adopción, perreras municipales, entre otros. Mientras que los perros callejizados aquellos que deambulan por el barrio donde vive su dueño, requieren políticas para incentivar la tenencia responsable.
Las normativas sancionadoras poco influyen en los cambios de comportamiento social, es por eso que debe apostarse por serios programas de educación ambiental fundamentada en los derechos de la naturaleza, generar una clara comprensión que los animales y mascotas son sujetos de derecho. Los medios de comunicación masiva deben incorporar con fuerza secciones educomunicativas que aborden temas sensibles como el de este artículo.
Es hora de reflexión y acción, los problemas no son los perros sino los humanos. Insistir en políticas que concentran recursos en consecuencias y no en la causa de los problemas, es no comprender las dinámicas socioculturales de nuestros pueblos, toda iniciativa gubernamental o privada debe promover la participación de la comunidad.
Considero oportuno trascribir varios párrafos de la tesis de maestría de David Zaldumbide (2011- Flacso), en la cual efectúa un análisis socioambiental de las representaciones sociales urbanas de los perros en la ciudad de Quito:
“Las situaciones negativas relacionadas con la presencia de perros en las urbes, tanto para los humanos en relación a las zoonosis, la contaminación por desechos, los ataques, etc., como los atentados al bienestar de los perros, de forma directa mediante actitudes negativas hacia los animales, o de forma indirecta por medio de la indiferencia y la indolencia social, requieren para su solución entender los significados de los perros en la sociedad urbana.
La situación de los canes en las ciudades es una cuestión social, ya que está determinada por las variaciones de la dinámica social. Es decir, la situación de los perros en las ciudades no es causada por los perros, ni se entiende estudiando a los perros, sino en el campo de las ciencias sociales porque su origen es social. Lo anteriormente expuesto evidencia que la comprensión de la relación entre humanos y perros en entornos urbanos debe ser una preocupación socioambiental.
La ecología humana como una rama de la sociología busca investigar [las relaciones entre hombre y ambiente desde el punto de vista de las relaciones entre los individuos humanos, por un lado, y las instituciones y formas de estructuración social, por el otro]
Las “Cinco libertades del Bienestar Animal”, desarrolladas por el Consejo para el Bienestar de Animales de Granja en el Reino Unido, se refiere a que los animales deben estar libres de hambre y sed; de dolor, lesiones y enfermedades; miedo y angustias; de incomodidad; y libres para expresar su comportamiento animal”.
Para cerrar este artículo, Alberto Cortés escribió la letra de una de las más bonitas canciones dedicadas a eso fieles amigos muchas veces invisibles Callejero”:

Era callejero por derecho propio;
su filosofía de la libertad
fue ganar la suya, sin atar a otros
y sobre los otros no pasar jamás.
Aunque fue de todos, nunca tuvo dueño
que condicionara su razón de ser.
Libre como el viento era nuestro perro,
nuestro y de la calle que lo vio nacer.
Era un callejero con el sol a cuestas,
fiel a su destino y a su parecer;
sin tener horario para hacer la siesta
ni rendirle cuentas al amanecer.
Era nuestro perro y era la ternura,
esa que perdemos cada día más
y era una metáfora de la aventura
que en el diccionario no se puede hallar.
Digo ""nuestro perro"" porque lo que amamos
lo consideramos nuestra propiedad
y era de los niños y del viejo Pablo
a quien rescataba de su soledad.
Era un callejero y era el personaje
de la puerta abierta en cualquier hogar
y era en nuestro barrio como del paisaje,
el sereno, el cura y todos los demás.
Era el callejero de las cosas bellas
y se fue con ellas cuando se marchó;
se bebió de golpe todas las estrellas,
se quedó dormido y ya no despertó.
Nos dejó el espacio como testamento,
lleno de nostalgia, lleno de emoción.
Vaga su recuerdo por los sentimientos

para derramarlos en esta canción.

miércoles, 27 de enero de 2016

LA CONGESTIÓN EN LATACUNGA

Por: Francisco Ulloa Enríquez

El caos vehicular en Latacunga se agudiza día a día, sin que podamos avizorar que las autoridades ofrezcan respuestas prácticas.

Inicialmente el problema se presentaba en horas pico, en lugares cercanos a los establecimientos educativos instalados en el centro histórico de la ciudad, luego el problema se extendió a todo el día en el centro histórico y ahora el mal colapsa la parroquia Eloy Alfaro de la ciudad.

Importantes vías que vinculan la ciudad entre el norte y el sur, como son la Eloy Alfaro (antigua panamericana), la Marco Aurelio Subía (avenida junto al ferrocarril), la avenida Cotopaxi, la Iberoamericana y la Simón Rodríguez, están tomadas especialmente por negocios relacionados con los vehículos, que en muchos de los casos utilizan abusivamente la vía pública para ejercer sus labores de mecánica, pintura, y arreglos múltiples de carros de todo tamaño.

Otro agravante del problema lo constituyen los estrechos y viejos puentes que sirven para cruzar el río Pumacunchi, no solo que han terminado su vida útil sino que con el pasar del tiempo se tornan altamente riesgosos por tener que soportar pesos de vehículos para los cuales no fueron diseñados.

Es molestoso ver cómo los conductores de tráileres, camiones, taxis, buses y camionetas hacen, prácticamente, lo que se les antoja cuando circulan especialmente por la Av. Simón Rodríguez, en el tramo comprendido entre el parque de San Felipe y la Universidad Técnica de Cotopaxi.

Hace algunos años el caos se producía en los días de feria de la plaza Canadá, ahora el problema es de todos los días, y a cualquier hora ya que a los dos lados de la vía se estacionan no únicamente vehículos pequeños, sino una gran cantidad de transporte pesado, esto reduce el espacio para circular, y permanentemente se producen los cada vez más frecuentes trancones.

Además, los carros de alquiler (buses urbanos, taxis y camionetas) se paran en cualquier lado para hacer una carrera o recibir pasajeros. Esto ocurre, incluso en las muy esporádicas veces que en el sector hacen presencia los agentes de tránsito.

La ciudad de Latacunga para garantizar su desarrollo no puede seguir sumida en el abandono en aspectos tan sensibles como el garantizar una circulación ágil y fluida, que brinde seguridad y comodidad a todos.

Es urgente que la ciudad cuente con un plan de tránsito, transporte y seguridad vial, que sea debidamente consensuado y socializado con la población. Si queremos enfrentar con éxito los desafíos de la expansión urbana de Latacunga no podemos seguir en la anarquía de una ciudad que no está pensada para garantizar el confort de quienes la habitamos.