Por:
Francisco Ulloa Enríquez
El perro es la especie animal que más tiempo ha
acompañado a los humanos, ya que, su proceso de domesticación empezó en Europa
hace 18.800 y 32.100 años según una investigación genética auspiciada por el
Consejo Superior de Investigaciones Científicas de Estados Unidos, esta
afirmación descarta la teoría que este proceso se habría iniciado hace 10.000 años
en Asia.
En los territorios que hoy conocemos como América Latina,
existieron domesticados por los pueblos nativos perros mansos, de mediano
tamaño, sin pelo y que no sabían ladrar. Fueron los conquistadores españoles
los que introdujeron perros de gran tamaño conocidos como “Alanos” y que sirvieron
como arma de guerra, ya que los entrenaban para causar terror y asesinar a seres humanos pertenecientes a nuestros
pueblos originarios.
La gran capacidad de adaptación de los perros diversificó
las razas y se convirtió en poco tiempo en el animal doméstico favorito de los
humanos, hasta identificarlo como “el mejor amigo del hombre”.
Sin embargo, en el mundo urbano del siglo XXI, la denominada
fauna urbana principalmente conformada
por perros callejeros y callejizados, forman parte de un creciente y grave
problema.
Los perros callejeros son
aquellos animales que no tienen dueño y deambulan por diferentes sitios de la
ciudad buscando su sustento; en tanto que a los perros callejizados sus dueños
no los atienden adecuadamente y dejan que estos transiten por los barrios
libremente.
El problema es
de seguridad y salud tanto para los humanos como para los perros; los riesgos
para unos y otros son muchos; así:
Los seres humanos pueden
verse afectados por inesperados ataques de canes agresivos que además de causar
dolorosas heridas pueden ser transmisores de muchas enfermedades (las zoonosis pueden relacionarse con la rabia, con
bacterias, con protozoarios, con trematodos, con cestodos, con nematodos y con ectoparásitos).
Los perros
callejeros y callejizados día a día tienen alto riesgo de morir por
atropellamientos, envenenamiento y a su problema de hambre que con frecuencia
lo mantiene desnutrido y propenso a adquirir enfermedades se suma el maltrato
de muchos ciudadanos.
Las
autoridades de los Gads cantonales, como única respuesta, se plantean la
promulgación de una ordenanza que en muchas ocasiones es un instrumento lleno
de buenas intenciones pero que queda en letra muerta, por la escasa aplicación
y la poca efectividad para resolver un problema creciente.
La inexistencia
de una dependencia pública que regule, controle y establezca políticas
educativas que consoliden una cultura de responsabilidad social para con los
animales es el punto de quiebre de una mirada integral a un fenómeno urbano que
complica la existencia por igual a humanos y animales.
Entre los Gads
cantonales y las dependencias correspondientes del Ministerio de Salud Pública
no existe una tarea adecuada de coordinación de esfuerzos, ya que éste último visualiza
el problema desde la óptica de control de los vectores de zoonosis, relegando
la atención que debe brindarse al bienestar animal.
Según datos de
Protección Animal Ecuador (PAE) tres de cada cinco perros de la calle alguna
vez tuvieron dueño, mientras los otros dos nacieron y sobreviven a la
intemperie. Estudios internacionales estiman que un 60 % de los hogares tiene
uno o más perros. Las estadísticas son escasas y eso demuestra que en las
diferentes instancias gubernamentales el tema de los perros aún no es considerado relevante como para
producir datos que posibiliten una adecuada gestión.
Es hora de colectivamente, los humanos en calidad de
animales superiores, hacer una reflexión seria respecto de nuestros deberes y
derechos para con otros seres vivos y asumir las culpas que nos correspondan y
enmendar procedimientos; si no vamos a mantener, cuidar, vacunar y brindar
seguridad a nuestras mascotas es mejor a
tiempo no adquirir esa responsabilidad.
Los Gobiernos
locales tienen entre sus responsabilidades trazar políticas de gestión de la
fauna urbana; y esto tiene que ver con métodos de captura y esterilización,
políticas de adopción, perreras municipales, entre otros. Mientras que los
perros callejizados aquellos que deambulan por el barrio donde vive su dueño,
requieren políticas para incentivar la tenencia responsable.
Las normativas
sancionadoras poco influyen en los cambios de comportamiento social, es por eso
que debe apostarse por serios programas de educación ambiental fundamentada en
los derechos de la naturaleza, generar una clara comprensión que los animales y
mascotas son sujetos de derecho. Los medios de comunicación masiva deben
incorporar con fuerza secciones educomunicativas que aborden temas sensibles
como el de este artículo.
Es hora de reflexión
y acción, los problemas no son los perros sino los humanos. Insistir en
políticas que concentran recursos en consecuencias y no en la causa de los problemas,
es no comprender las dinámicas socioculturales de nuestros pueblos, toda
iniciativa gubernamental o privada debe promover la participación de la
comunidad.
Considero oportuno
trascribir varios párrafos de la tesis de maestría de David Zaldumbide (2011-
Flacso), en la cual efectúa un análisis socioambiental de las representaciones
sociales urbanas de los perros en la ciudad de Quito:
“Las situaciones negativas relacionadas con la presencia de perros en
las urbes, tanto para los humanos en relación a las zoonosis, la
contaminación por desechos, los ataques, etc., como los atentados al bienestar
de los perros, de forma directa mediante actitudes negativas hacia los
animales, o de forma indirecta por medio de la indiferencia y la indolencia
social, requieren para su solución entender los significados de los perros en
la sociedad urbana.
La situación de los canes en las ciudades es una cuestión social, ya
que está determinada por las variaciones de la dinámica social. Es decir, la
situación de los perros en las ciudades no es causada por los perros, ni se
entiende estudiando a los perros, sino en el campo de las ciencias sociales
porque su origen es social. Lo anteriormente expuesto evidencia que la comprensión
de la relación entre humanos y perros en entornos urbanos debe ser una
preocupación socioambiental.
La ecología humana como una rama de la sociología busca investigar [las
relaciones entre hombre y ambiente desde el punto de vista de las relaciones
entre los individuos humanos, por un lado, y las instituciones y formas de estructuración
social, por el otro]
Las “Cinco libertades del Bienestar Animal”, desarrolladas por el Consejo
para el Bienestar de Animales de Granja en el Reino Unido, se refiere a que los
animales deben estar libres de hambre y sed; de dolor, lesiones y enfermedades;
miedo y angustias; de incomodidad; y libres para expresar su comportamiento
animal”.
Para cerrar
este artículo, Alberto Cortés escribió la letra de una de las más bonitas
canciones dedicadas a eso fieles amigos muchas veces invisibles “Callejero”:
Era
callejero por derecho propio;
su
filosofía de la libertad
fue
ganar la suya, sin atar a otros
y
sobre los otros no pasar jamás.
Aunque
fue de todos, nunca tuvo dueño
que
condicionara su razón de ser.
Libre
como el viento era nuestro perro,
nuestro
y de la calle que lo vio nacer.
Era
un callejero con el sol a cuestas,
fiel
a su destino y a su parecer;
sin
tener horario para hacer la siesta
ni
rendirle cuentas al amanecer.
Era
nuestro perro y era la ternura,
esa
que perdemos cada día más
y
era una metáfora de la aventura
que
en el diccionario no se puede hallar.
Digo
""nuestro perro"" porque lo que amamos
lo
consideramos nuestra propiedad
y
era de los niños y del viejo Pablo
a
quien rescataba de su soledad.
Era
un callejero y era el personaje
de
la puerta abierta en cualquier hogar
y
era en nuestro barrio como del paisaje,
el
sereno, el cura y todos los demás.
Era
el callejero de las cosas bellas
y
se fue con ellas cuando se marchó;
se
bebió de golpe todas las estrellas,
se
quedó dormido y ya no despertó.
Nos
dejó el espacio como testamento,
lleno
de nostalgia, lleno de emoción.
Vaga
su recuerdo por los sentimientos
para
derramarlos en esta canción.