Por: Francisco Ulloa Enríquez
Ha trascendido, que Pinocho está muy preocupado con las noticias que los actores políticos del Ecuador difunden, especialmente las generadas en estos tiempos de aislamiento social en transición al distanciamiento social.
El escritor italiano Carlo Lorenzini, entre 1882 y 1883, bajo el seudónimo de Carlo Collodi, escribió “Las aventuras de Pinocho”; creó un personaje de la literatura universal que ganó fama por sus mentiras, a esta marioneta de madera que cobró vida, se sabe que, cuando decía una, le crecía la nariz. Es así como desde el siglo XIX Pinocho ha sido considerado el emblemático símbolo del mal comportamiento y la mentira, esto gracias a la versión rosa de Disney, que es la que perdura en el imaginario colectivo mundial, dejando en el olvido la violencia desmesurada de la historia original.
La preocupación de Pinocho con lo que dicen los políticos ecuatorianos no es únicamente de ahora, ya que ha sido una constante el engañar al pueblo con un permanente baratillo de ofertas de llevarnos al paraíso en la Tierra, gracias a la sabiduría de estos mesías criollos, que cuando llegan a los cargos públicos de elección popular, cual marionetas cumplen sumisamente con las directrices de la plutocracia económica. Y despúes de masacrar al pueblo, campantes reiteran que sus sacrificados esfuerzos por salvarnos no son comprendidos y que la culpa de todos los males la tenemos nosotros y al igual que Pinocho lejos de sentir remordimientos por los males que ellos con sus acciones y mentiras causan, dicen que no es su culpa y que se ven obligados a tomar medidas impopulares.
Pinocho mira con asombro como es, largamente, sobrepasado en sus habilidades, por el cinismo para mentir en las cadenas nacionales, los noticieros de los mass media que responden a grandes intereses económicos y ahora através de los mensajes de los trolls, que tienen entre sus fines, molestar, provocar, alterar el eje del debate y que con el auge de las redes sociales, publican información falsa o impulsan campañas difamatorias.
La Estadística la reinventaron, los números cambian según la verdad que quieran sostener, ya sea para hacernos ver que la curva se aplana o para contar contagiados o muertos por la pandemia del covit19; así como para mostrar la crisis económica del país.
A la corrupción, dicen combatir; los sobreprecios en las adquisiciones públicas supuestamente están investigándolos; de palanqueos y trincas dicen desconocer, ya que no recomiendan a sus parientes que ocupan altos cargos para los que no están preparados. Pinocho debería buscar en nuestro saqueado país, asesoría de cómo mentir sin sonrojo y sin que les crezca la nariz.
Critican, despiden y amenazan a médicos y educadores, se atreven a pintar un cuadro fantasioso de derroche y despilfarro al tener que pagar los sueldos de estos sectores básicos para garantizar el desarrollo del Ecuador; afirman incluso que ir a la universidad es una pérdida de tiempo. Sin embargo, santifican las medidas neoliberales del empresario devenido en Ministro de Finanzas para que con el sacrificio del pueblo paguen puntualmente una deuda externa ilegal e ilegítima; para ello intentan convencernos, que eso es necesario, ya que nos permitirá ver un monte mágico, donde el dinero crece y merced a la bondad del FMI nos dejarán acceder a nuevos créditos que servirán para financiar a empresarios ineficientes e inescrupulosos que toda la vida han medrado del pueblo.
El tristemente célebre, Sigifredo Reyes Moreno, alias “el Cuentero de Muisne”, afirmaba que su única arma eran las palabras o “el quiquirimiau”, como solía decir. Todo parece indicar que fue un aficionado ingenuo ante la audacia de estos avezados y camaleónicos seres, que se burlan de la Constitución a diestra y siniestra y usan las leyes en beneficio propio.
Hasta cuando, pueblo ecuatoriano, seguimos tropezando con la misma piedra y poniendo en cargos públicos a aventureros de la política, que sirven a minorías privilegiadas. Pinocho va a tener que mirar con resignación que el récord Guinness del mal comportamiento y la mentira se lo llevan otros.