Por: Francisco Ulloa Enríquez
Angustiado
por la indolencia y quemeimportismo de las autoridades latacungueñas respecto a
la salvaguarda del patrimonio arquitectónico del centro histórico de la ciudad,
viajé a La Habana en busca de ideas frescas para enfrentar el reto de dirigir
en la Universidad Técnica de Cotopaxi un proyecto que plantee sugerencias y
estrategias para una gestión efectiva del patrimonio cultural de la ciudad de
Latacunga. Me acompañó un joven arquitecto de gran raigambre latacungueña que
espero se convierta, en poco tiempo, en el motivador de liderazgos colectivos
para defender estas causas que parecen
perdidas en nuestro “Pensil de los Andes”.
Considero
que es hora de pasar de los lamentos complacientes ante la inacción al
planteamiento de propuestas, esperando puedan ser tomadas en cuenta.
En
la última campaña electoral, ningún candidato presentó propuestas que
demuestren real conocimiento de la complejidad de la gestión de un centro
histórico; por ello, considero impostergable incluir en la agenda del debate
ciudadano un tema tan delicado. Y que seamos, todos, quienes exijamos a las
autoridades en funciones a impulsar de manera seria la formulación de un plan
integral de desarrollo y gestión del centro histórico de Latacunga.
Resultan
increíbles los contrastes, en nuestra pequeña ciudad andina el centro histórico
patrimonial luce abandonado a su suerte, mientras, los conceptos y las acciones
para preservar, proteger y desarrollar el patrimonio cultural del centro
histórico de La Habana están claros, esto a pesar de pertenecer a un país
bloqueado económicamente desde inicios de los años sesenta por el imperio más
poderoso del mundo. Este absurdo ha llevado a la “Perla del Caribe” a manejarse
por años bajo los principios de un período especial lleno de carencias y
limitaciones, sin embargo, los planes y las obras que se despliegan en esa
histórica Habana Vieja están a la vista del mundo, y es por ello que cientos de
especialistas acuden anualmente al Encuentro de Gestión del Patrimonio Cultural
convocado por la Oficina del Historiador de la Ciudad.
Qué
satisfacción causa saber que arquitectos, ingenieros, sociólogos,
historiadores, arqueólogos, entre otros profesionales trabajan, en permanente
diálogo con el pueblo, las iniciativas tendientes a brindar soluciones que no
buscan simplemente mejorar la infraestructura y el equipamiento de una ciudad
sino que, fundamentalmente, buscan consolidar acciones de orden sociocultural
para garantizar que la urbe sea amigable y brinde oportunidades de una vida
plena.
En
nuestra Latacunga antigua, a la indolencia de las autoridades se suma la de los propietarios de los bienes
patrimoniales, que prefieren dejarlas abandonadas para que se caigan y, así,
poder habilitar el predio para parqueaderos o construir feísimas construcciones
“modernas” que en algunos casos incluso quieren encubrirlas con fachadas que
simulan respetar los conceptos de bienes patrimoniales y terminan por arruinar a
esta querida y hospitalaria ciudad.
En
La Habana Vieja, creativas soluciones se plantean para mejorar los edificios,
la infraestructura básica, el servicio público de transporte, el sistema
hotelero; para ofrecer al turista variedad y calidad. Todo ello sin descuidar
la esencia de pertenencia de un pueblo a su ciudad; y es allí donde los barrios
y sus líderes le brindan a la ciudad una identidad y vivencia -que ninguna urbe
cosmopolita del capitalismo es capaz de entregar; esas puertas abiertas
permanentemente de iglesias, museos, cafés, bares, barberías, viviendas- para
llenarla de calidez, hacerla acogedora y amable entre propios y aquellos que,
curiosos, llegamos a visitarla.
En
nuestra Latacunga querida, los parques tienen rejas y puertas con candados, las
iglesias salvando el tiempo en el que se celebra misa también están cerradas y
los museos lucen abandonados en atención y visitantes por la falta de
promoción; siendo una ciudad con ríos que recorren la urbe y le valieron el
apelativo de “Ciudad de los Puentes”, curiosamente, por la contaminación y
basura que a ellos se arroja, nuestras inefables autoridades han tomado la
salomónica decisión de invisibilizarlos construyendo enormes y antiestéticas
paredes y en los puentes desagradables enrejados.
En
La Habana Vieja sus autoridades, sus técnicos y su gente, armónicamente
coordinados, desbordan iniciativas para suplir las carencias económicas. En
nuestra Latacunga, las autoridades locales se aseguran sus negocios
inmobiliarios privados en desmedro del desarrollo de la urbe, los profesionales
entregamos un eterno lamento al que se suma la apatía del pueblo y así el
tiempo pasa una costosa factura a nuestro patrimonio y al orgullo de saberse
latacungueños sea de nacimiento o de corazón.
Es
hora de sacudirse, de darnos un baño de sinceridad y empezar a luchar a brazo partido
por la ciudad, desde la Universidad y su proyecto “Gestión del Patrimonio del
Centro Histórico de Latacunga”,
iniciamos ya y, por lo menos en los próximos tres años que dura el mismo,
nos encontrarán buscando espacios en los medios de comunicación para opinar y
sugerir, tocaremos las puertas del
sector público y privado para impulsar iniciativas y reuniéndonos con el pueblo
en sus barrios, en sus colectivos culturales para intercambiar ideas y
garantizar, éste, que ahora es el entusiasmo de pocos, se convierta en la
motivación de todos.