Por: Francisco Ulloa Enríquez
Las discrepancias
respecto al origen e inicio de la celebración de la fiesta entre los
historiadores abre la polémica que luego trasciende a los análisis de orden
cultural. La versión más difundida, actualmente, ubica su referente en una
leyenda que tiene por escenario la estancia de Cuchibamba y Molinos en el
barrio Caliente de Latacunga; la propietaria, ante la amenaza de total ruina
por los estragos que causaría el proceso eruptivo del volcán Cotopaxi en 1742 y
motivada por su fe religiosa, pidió que
la Virgen, bajo la advocación de Nuestra Señora del Volcán, interceda para
aplacar la furia del coloso ofreciendo hacer una pomposa fiesta anual,
nombrando dos priostes, uno de los blancos y otro de los tiznados.
Sin embargo,
recientemente, han salido a luz documentos que ubican el inicio de la fiesta en
1691, fecha en la que el padre Manuel Mosquera Figueroa, comendador del
convento máximo de Quito, dice:
He
dispuesto que el 22 de septiembre vaya a Tacunga el Rvdo. P. Fr. Juan Basilio
de Ayala, predicador mayor de este convento, para que deje instalado en dicha
hospedería la obligación de honrar a nuestra Sta. Madre de La Merced bajo la
advocación de Nuestra Señora de la Santísima Tragedia, para que los moradores
recuerden que nuestra Santa Madre jamás los desamparará en nuevas ocasiones,
pues Ella los protegerá debidamente… (Archivo del Convento Máximo de Quito,
Libro de Comendadores, 1692-1698, folio 56).
Curiosamente, esta
disposición fue motivada por los daños ocasionados a causa del terremoto del 22
de noviembre de 1687, que entre otros hechos produjo el desborde del río
Cutuchi y arrasó con las propiedades ubicadas cerca de sus riveras.
El 30 de septiembre
de 1704, el padre Gregorio Mera, comendador del convento de Ambato, en su
informe al superior del convento de Quito, señala que:
…se
ha cumplido con las disposiciones de V.P.R. sobre la necesidad de que los
fieles acudan a Nuestra Sra. Ma. de La Merced como protectora especial de
terremotos… pero en el pueblo de Latacunga los vecinos han decidido honrarla de
tal modo que incluso han recurrido a las antiguas formas utilizadas por los
moros de España, cuando se aplican las tradiciones propias de los conversos,
incluso con la participación de esclavos negros, quienes cantan loas a nuestra
Madre según sus antiguos ritos. De ello da fe el escribano D. Nicolás Portillo,
que estuvo mucho tiempo en Galeras. No es malo que expresen su fe de ese modo,
por lo que he dispuesto al padre Sebastián de Velasco que apoye y organice tan
especial celebración por cuanto en nada contradice a nuestro carisma de
redentor de cautivos, siendo por ello muy positivo que la gente común sea la
que organice estas fiestas y no interfiera con negros e indios en sus afanes
por bailar y cantar en este día… (Ibid., folio 94).
En los años
sucesivos, los superiores del convento de Latacunga informan sobre el
particular al afirmar que “cada año crece el regocijo de festejar a Nuestra
Santa Madre a su modo, siendo por ello una fiesta que es respetada y esperada
por los vecinos que honran a la Santísima Virgen del Terremoto o de la
Santísima Tragedia, nombre con la que generalmente la identifican sobre todo la
gente de los barrios populares…”. (Ibid. informes de comendadores. Se hallan
datos hasta el año de 1809).
Todo parece indicar
que son las catástrofes naturales, sean estas erupciones volcánicas o
terremotos, las causales para que esta singular expresión festiva de reverencia
y agradecimiento se renueve permanentemente y mantenga plena vigencia en el
imaginario social del pueblo.
De esta maravillosa
expresión festiva que tiene 327 años de historia y 13 años de haber sido
declarada Patrimonio Cultural Inmaterial del Ecuador, son pocas las acciones
gubernamentales para garantizar su salvaguarda, nuestras autoridades no se han
ocupado de impulsar un Sistema Integral de Gestión Patrimonial.