Dr. Carlos Abreu ©
Doctor en Ciencias de la Información por la Universidad de La Laguna y
Profesor Titular de la Escuela de Comunicación Social de la Universidad Central
de Venezuela
El concepto
Ningún concepto abarca de manera completa el objeto que pretende definir.
No obstante, podemos afirmar que la caricatura periodística es un género
iconográfico de opinión, a través del cual el autor presenta la interpretación
de algo gracias al auxilio de recursos psicológicos, retóricos y/o plásticos,
potenciados muchas veces por un texto breve. Además, tiene un propósito crítico
y a veces editorial.
A pesar de que entendemos que el todo es más que la suma de las partes, por
razones académicas vamos a desmenuzar el concepto para aprehender sus
componentes, a riesgo de que se presenten algunas redundancias, por lo demás
inevitables:
Género iconográfico de opinión
La mayoría de los componentes de lo que conforman un género periodístico
iconográfico están presentes en la caricatura. Ciertamente, esta modalidad
expresiva tiene una estructura, generalmente un "cartón" o
"viñeta", que encuadra el motivo objeto de la caricatura. Igualmente,
persigue una finalidad o función: emitir un juicio o parecer, vale decir, una
opinión. Las marcas formales del género están constituidas por los rasgos
acentuados, exagerados o grotescos del dibujo, así como por los globos, fumetos,
inscripciones o leyendas que lo acompañan, aunque estos no son indispensables.
Finalmente, es iconográfico ya que la imagen juega un papel fundamental.
Interpretación del autor
Hasta en una línea simple o "pura" un dibujante puede expresarse
y transmitir diversas sensaciones. En la caricatura, el autor
"valoriza" más la línea al hacerla gruesa o fina.
De manera que después de decidir el tema sobre el cual va a versar su
trabajo -o de leer atentamente un artículo o crónica para ilustrar su esencia a
través de una caricatura-, le da forma gráfica a su pensamiento luego de tener
claridad sobre cómo va a plasmarlo en su obra. Este proceso implica valoración,
pero además análisis y reflexión, es decir, supone una interpretación.
De hecho, algunas de las definiciones reseñadas en nuestra última entrega
así lo reconocen. Artistas como Leoncio Martínez "Leo" han sido
considerados auténticos intérpretes gráficos de su tiempo. (Nazoa, 1972: 217)
Entonces, no debe extrañar que Evora Tamayo afirme que la caricatura política
es muy "sensible" porque "se basa en intenciones e
interpretaciones" sobre y hacia los hechos y que este tipo de caricatura
"parte de un punto de vista interpretativo de los fenómenos que se
producen en la realidad". (Tamayo, 1988: 34)
De más está decir que Tamayo se queda corta al mencionar la interpretación
solamente en relación con la temática política. Si bien esta última tiene en
esta área su hábitat predilecto también se emplea en otras especialidades.
También es bueno aclarar que el hecho de que admitamos que el caricaturista
plasma su interpretación iconográfica no significa que esté haciendo periodismo
interpretativo.
En los géneros de opinión -ora escritos, ora iconográficos- hay dosis de
interpretación, pero el móvil que persiguen es emitir juicios o pareceres sobre
algo. En tal sentido, los puntos de vista de Eduardo Robles Piquer (RAS)
resultan esclarecedores:
...el caricaturista no reproduce "lo que ve", sino que opina
sobre los modelos y de ahí lo fascinador de su oficio: interpretar humorísticamente
la historia escrita en cada cara. (En Esteva-Grillet, 1992: 82)
No sólo personas
Para algunos, ese "algo" de lo que nos habla la definición de
caricatura propuesta por nosotros está conformado únicamente por personas.
Verbigracia, Guy Gauthier sostiene que las caricaturas "sólo tratan a un
personaje y, en ese sentido, limitan su comentario". (Gauthier, 1986:
137).
Luis Ernesto Medina considera que la caricatura es una expresión sintética
de la personalidad de un individuo a partir de sus rasgos externos. (Medina,
1992: 36)
Aun cuando en sus comienzos las caricaturas sólo incluían a personas, no
pasó mucho tiempo sin que fueran empleadas para hacer referencia a otro tipo de
"actor".
De por sí, la imagen atribuida a Benjamín Franklin, considerada por algunos
la primera caricatura publicada en Norteamérica, mostraba a un animal -la
serpiente-, aunque su uso no fuese analógico sino simbólico. Hacia 1870, Thomas
Nast, inventor del elefante como símbolo del Partido Republicano, y quien
popularizó el asno como emblema de los demócratas dibujó rostros de políticos
en cuerpos de animales como buitres y puerco espines, a objeto de
ridiculizarlos (Feaver, 1981: 93-94).
De manera que si bien el ser humano estaba presente en sus caricaturas,
aparecía fusionado con un animal. Años antes de las ocurrencias de Nast en
Estados Unidos, en el Viejo Continente ya se hacía algo similar. Verbigracia,
en 1815 una caricatura anónima mostraba a Napoleón exiliado en Santa Elena,
dando órdenes a sus habitantes: unas repulsivas ratas. Aunque se incluía a una
persona -Bonaparte- la mayor parte de la imagen la conformaban los asquerosos
animales.
En Venezuela, la primera caricatura política, según el criterio de los
especialistas, aparecida en 1844 en El Relámpago de Marzo, era precisamente de
un animal -un caimán-, que simbolizaba al Banco Nacional (Pérez Vila, 1979:
16).
Desde entonces, han sido muchos los políticos, corruptos y oportunistas que
han sido simbolizados por medio de animales como el camaleón, el tigre, el
búfalo, el cerdo, la rata, el ratón, los reptiles y muchos otros.
De manera, pues, que desde hace mucho tiempo los contenidos de las
caricaturas dejaron de ser de dominio exclusivo de personas -por lo general
prominentes- para dar cabida en sus trazos a otros protagonistas, aunque estos
en muchos casos sean utilizados como símbolos de las conductas de seres
humanos.
Más aún, estos últimos han sido en ocasiones personajes imaginarios.
Algunos de ellos actúan como símbolos; otros representan "tipos" del
pueblo. Por ejemplo, la figura del Tío Sam, y de John Bull ha sido empleada,
entre otros usos, para simbolizar la voracidad imperialista de los Estados
Unidos e Inglaterra, respectivamente.
El personaje "Liborio" llegó a ser un arquetipo del pueblo cubano
-lustros antes de la revolución- aunque se considera que en realidad era una
burla de una república mediatizada (Tamayo, 1988: 10)
Entre los personajes imaginarios creados por caricaturistas venezolanos han
destacado además de los "tipos" de "Leo", Tirabeque y
Pelegrín, dibujados por Ramón Muñoz Tébar para las crónicas de Max Lores en La
Linterna Mágica; el popular Juan Bimba, y, menos alejado en el tiempo,
Coromotico, de Pedro León Zapata, en El Nacional. (Torres, 1982: 313).
El reino vegetal también puede ser empleado como objeto o sujeto de la
caricatura. Es célebre la imagen del rostro del rey Luis Felipe transformándose
en una pera, lo cual envió a juicio a su autor, Charles Philipon.
Algunas frutas como el cambur [plátano o banana] y la guanábana han sido
utilizados como símbolos. El primero representa el cargo apetecido, la
oportunidad de empleo, o el acceso al poder político para repartirlo. Mientras,
la guanábana ha hecho alusión a los acuerdos Copei-AD ¿Y qué decir de las
cosas? En ocasiones son las "protagonistas" de las caricaturas. La
silla presidencial ha sido un icono utilizado con frecuencia. Igualmente, se
han elaborado caricaturas tomando como base ranchos, calaveras, dólares, mapas
de Venezuela, barriles y torres de petróleo, por ejemplo.
También es factible caricaturizar un acontecimiento, una institución, un
partido, una situación o un lugar. Ello, sin que necesariamente aparezcan
personas en la imagen o que éstas ocupen un papel protagónico importante.
El auxilio de los recursos psicológicos
En cerca de la mitad de las definiciones de caricatura que transcribimos en
nuestra última entrega se hace referencia al humor, la sátira, el chiste, lo
cómico, la burla o al ridículo. Respecto del humor, la mayoría de los autores
coincide en lo difícil que resulta definirlo.
De hecho, luego de inventariar más de diez definiciones sobre el asunto,
Eduardo Robles Piquer lamenta que "nos hayamos quedado igual que antes de
definirlo" aunque antes asevera que "no parece se preste a discusión
que la caricatura es una forma del humorismo". (En Esteva Grillet, 1992:
76-77)
No obstante, podemos aceptar que el humor es "un modo de enjuiciar y
comentar las situaciones, que se caracteriza por el enfoque burlón, cómico,
mordaz, e irónico", tal y como lo señala José Martínez de Sousa quien
incluye a la caricatura entre una de las manifestaciones de lo humorístico.
(Martínez de Sousa, 1992: 233)
Como se observa, la mezcla de los componentes de lo que constituye el humor
es bastante heterogénea, razón por la cual resulta difícil desmembrar cada uno
de ellos para proponer un concepto que los haga comunes.
Más aún, hay quienes como Miguel Otero Silva han dicho que el humorismo
"difiere de la ironía y de la sátira, de la caricatura y de la mueca, de
lo festivo y de lo superficial". (Otero Silva, 1985: 2)
En una línea de pensamiento similar, RAS ha afirmado que el humorismo no es
"simplemente comicidad, ni chiste, ni sátira aunque todo ello se venga
comprendiendo bajo el nombre genérico de ‘humor’". (En
Esteva-Grillet,1992: 77)
Más adecuado nos luce el planteamiento de Earle Herrera quien si bien
concuerda en que el humorismo no es chispa, ni chiste "puede valerse de
ambos" y dentro de sus formas expresivas incluye la caricatura.
Herrera añade otro elemento importante a considerar cuando puntualiza que
el humorismo "trasciende el efecto inmediato de la risa o la sonrisa, y
conduce a la reflexión, al acto de pensar". (Herrera, 1986: 72) Lo cierto
es que el humorismo gráfico es una parte fundamental dentro del humorismo y, a
su vez, la caricatura lo es de aquél.
Tan es así que aun cuando Ildemaro Torres incluye dentro del humorismo
gráfico a los dibujos, collages y fotomontajes, dedica la mayor parte de su
contenido a la caricatura y advierte que prefiere emplear el término
"humorismo gráfico, por ser éste un término de mayor amplitud
conceptual". (Torres, 1982: 20, 28)
En esa misma línea de pensamiento, Pancho Graells (En Torres, 1982: 413),
asevera que, para él, caricatura es humor gráfico, aunque no todo humor gráfico
es caricatura".
En fin, el humor -en cualquiera de sus manifestaciones- no es lo mismo que
ironía, sátira, sarcasmo, chiste, comicidad o burla, pero estos pueden estar
presentes dentro de él y, en consecuencia, también en la caricatura.
Olga Dragnic (1994:128) nos ayuda a fundamentar esta afirmación cuando
señala que el humor es una cualidad que tienen algunas personas en saber
descubrir mediante palabras, gestos o dibujos -no olvidemos que la caricatura
es una modalidad de dibujo- el lado cómico, ridículo o contradictorio de
ciertas personas, cosas o situaciones.
"El humorismo, como manifestación del humor -puntualiza-, recurre al
enfoque burlón, satírico, irónico o mordaz para provocar determinadas
situaciones".
De manera, pues, que estos recursos -o algunos de ellos- aparecen con
frecuencia amalgamados en la caricatura, en su componente icónico y/o verbal.
En tal sentido, vale puntualizar que el amalgamiento consiste en la reunión de
distintos grupos de ramas bajo una determinada marca. (Lewandowski, 1986: 16)
La ironía se caracteriza por la diferencia entre lo que se dice y lo que en
verdad se desea señalar. La sátira conlleva un fin ético y ejemplarizante
-educar o corregir- y su finalidad es censurar, criticar o ridiculizar a
personas, instituciones, cosas o situaciones. Emplea todos los argumentos,
desde la risa hasta la indignación.
La comicidad busca producir risa y para obtenerla se dirige hacia el
entendimiento al igual que el chiste, que es el rebuscamiento de lo cómico y
supone un proceso de elaboración mental, en el cual se recurre a malabarismos
verbales o de otra índole. (Torres, 1982: 17-18)
La burla es una mofa y supone desprecio hacia alguien. La mordacidad
corroe; es áspera o picante. El sarcasmo es una burla sangrienta o una ironía
mordaz. (Torres y García-Pelayo, 1967: 928)
La retórica en acción
Para emplear estos recursos, el caricaturista suele emplear un conjunto de
sistemas de connotación que integran lo que autores como Domenech Font llaman
retórica de la imagen.
Esta última comprende "un conjunto de operaciones artificiosas que
caracterizan el mensaje y buscan el asentamiento persuasivo y emotivo por parte
de los receptores". (Font, 1981: 18)
Estos artificios o figuras retóricas proceden en buena medida de la
literatura y han sido objeto de agudas polémicas y de las más diversas
definiciones. Pueden estar en el componente icónico de la imagen y/o en su
parte verbal. Acá mencionaremos quizás los más conocidos.
La hipérbole supone una exageración visual o verbal y, en razón de ello,
probablemente es el recurso retórico más empleado en la caricatura.
De hecho, en poco menos de la mitad de las definiciones de este género encontramos
referencia a esa característica. De allí que no resulte extraño que E.H.
Gombrich considere la tendencia a la exageración y a la distorsión como
"el rasgo más notable de la caricatura". (Gombrich, 1987: 123)
La métáfora es la comparación entre dos contenidos pero también puede
devenir en una identificación entre ellos. (Márquez, 1976: 229-230). (1)
Verbigracia, la imagen de una bolsa con el signo del dólar a la que se le
añaden alas puede comparase con la pérdida del dinero.
Al referirse a la metáfora, otros autores hablan de transposición de
significados basada en similitudes de aspecto externo, función y uso mediante
la comparación implícita o interrelación de las connotaciones. (Lewandowski,
1986: 224)
La metonimia supone aludir a un objeto o concepto por medio de otro que lo
sustituye. Por ejemplo, el tulipán en lugar de la primavera. Metáforas y
metonimias tienden a confundirse.
Jakobson (En Vilches, 1987: 148) procura aclarar los conceptos al señalar
que un discurso puede llevar a otro por semejanza o por contigüidad -proximidad
o cercanía-. En el primer caso, tendremos una tendencia metafórica mientras que
en el segundo una tendencia metonímica.
La sinécdoque es la utilización de una parte para referirse a un todo.
Verbigracia, el reloj universitario "nos lleva" a la Universidad
Central de Venezuela. Según el Diccionario Básico de Comunicación, la
sinécdoque es un caso especial del procedimiento metonímico cuya distinción
muchas veces ha parecido irrelevante a los analistas. (Varios, 1980: 442)
De hecho, para Alexis Márquez (1998: C/10), "modernamente" la
diferencia entre ambas se ha "desechado", y los dos tipos se engloban
bajo el nombre de "metonimia".
Lo cierto es que al emplear estos recurso el caricaturista suele valerse de
una serie de técnicas. La alusión es una de ellas y consiste en referirse a una
persona o cosa, sin nombrarla o sin expresar que se habla de ella. (Toro y
García-Pelayo, 1967: 56) Puede hacerse a través de símbolos.
Los juegos de palabras son otra y por medio de ellos se pretende encontrar
un sólo término para expresar dos significaciones. Por ejemplo, en una
caricatura las palabras "UNID-AD" y "PAR-TIDOS" -en
articulación con el aspecto icónico- logran plasmar la idea plena de la ruptura
política. (Acevedo y Balza, 1990: 112).
Los retruécanos se basan en el juego de dos palabras que se recuerdan
mutuamente a través de cualquier analogía manifiesta ya sea una semejanza en su
estructura, una cacofonía -mezcla de sonidos discordes-, comunidad de algunas
letras vocales o consonantes, etc., (Freud, 1973: 1051).
En el doble sentido el mensaje tiene una palabra que es susceptible de
diferentes interpretaciones, característica que permite al receptor cambiar de
un pensamiento a otro. Por ejemplo, "botaste la bola" significa en la
jerga peloteril conectar un cuadrangular, pero puede tener una connotación
irónica respecto del accionar de alguien.
La antonimia conlleva la presencia de palabras de sentido contrario. Por
ejemplo, rico-pobre, hermoso-feo, vida-muerte (Lewandoski, 1986: 26) En una
caricatura de Zapata un personaje le dice a otro: "Este país es tan rico
que da pena decir que uno tiene hambre". La expresión recoge la irónica
situación del venezolano "rico, pero pobre". (Acevedo y Balza, 1990:
222)
La lista de figuras para conseguir un mayor realce expresivo y una mejor
persuasión es extensa. Sin ánimo de incluirlas todas, podemos mencionar a la
paradoja, la antítesis, la redundancia y la antítesis.
La paradoja conlleva una contradicción. También se considera como tal, lo
que va en contra de la opinión común. (Toro y García-Pelayo, 1967: 766). La
redundancia es la presentación repetida o múltiple, explícita o implícitamente,
del mismo contenido. (Lewandowski, 1986: 289)
La antítesis es la correlación de dos o más palabras, cuyos resultados
resultan opuestos. Por ejemplo, vista ciega, luz oscura, risa triste, etc.
(Varios: 1986: 22) De más está insistir que no todas estas técnicas convergen
en una misma caricatura.
También debe quedar claro que las mismas se consideran por separado para su
estudio ya que en la práctica dos o más de ellas se entraman como un tejido
para funcionar como un todo significativo. En nuestra próxima entrega
analizaremos el resto de componentes de nuestro concepto sobre caricatura.
REFERENCIAS
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oficial. Trabajo de Licenciatura. Universidad Central de Venezuela. Facultad de
Humanidades y Educación. Escuela de Comunicación Social
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de textos. Fundarte. Alcaldía de Caracas. Venezuela
FEAVER, Williams (1981). Masters of Caricature. Weindenfeld and Nicolson.
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FREUD, Sigmund (1973). Obras completas. Tomo I. 3ra edición. Biblioteca
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Venezuela. Caracas
LEWANDOWSKI, Theodor (1986). Diccionario de Lingüística. Ediciones Cátedra.
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DE TORO, Miguel y Ramón García-Pelayo (1967). Pequeño Larousse Ilustrado.
Editorial Larousse. Buenos Aires
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Tomo I. CaracasOTERO SILVA, Miguel (1985). El humor en el Quijote. Suplemento
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TORRES, Ildemaro (1982). El humorismo gráfico en Venezuela. Ediciones
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VARIOS (1980). Diccionario básico de la comunicación. Editorial Nueva Imagen.
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VILCHES, Lorenzo (1987). Teoría de la imagen periodística. Ediciones
Paidós. Barcelona-Buenos Aires-México.
Nota
(1) En
un trabajo más reciente (El Nacional, 1998: C/10), Alexis Márquez señala que
algunos teóricos de la literatura llaman "símil" a la metáfora que
compara dos o más términos u objetos que se parecen en algo. Pero, según él, es
posible que la comparación se haga sin enlaces gramaticales comparativos, e
incluso sin mencionar los términos.