Por: Francisco Ulloa Enríquez
“El amor, es
una gota de agua en un cristal,
es un paseo
largo sin hablar,
es una fruta
para dos.
El amor, es un
espacio donde no hay lugar
para otra cosa
que no sea amar,
es algo entre
tú y yo.
El amor, es
llorar cuando nos dice adiós,
el amor es
soñar oyendo una canción,
el amor es
rezar poniendo el corazón,
es perdonarme
tú y comprenderte yo.
El amor, es
parar el tiempo en un reloj,
es buscar un
lugar donde escuchar tu voz,
el amor es
crear un mundo entre los dos,
es perdonarme
tú y comprenderte yo
El amor, es una
boca con sabor a miel,
es una lluvia
en el atardecer,
es un paraguas
para dos.
El amor, es un
espacio donde no hay lugar,
para otra cosa
que no sea amar,
es algo entre
tú y yo”. (Perales)
Los primeros dieciséis
años del siglo XXI han acentuado la tendencia posmoderna de materializar hasta
sentimientos tan profundos como son el amor y la amistad.
Grandes
sectores poblacionales, especialmente las generaciones más jóvenes, asumen que
para festejar el Día del Amor y la Amistad es imprescindible dar obsequios.
Esto, progresivamente, ha convertido al 14 de febrero en la oportunidad para el
comercio de los más variados productos o para extraordinarias ofertas
turísticas pagables de manera diferida durante todo el año.
El amor y la
amistad se están valorando en función del costo del regalo, principalmente de
aquello que las agencias de publicidad hayan introducido como expresión
indiscutible de distinción y moda. Las flechas de Cupido para que resulten
efectivas deben estar impregnadas del “aroma” de todo lo que los verdes
billetes puedan comprar; lo demás es romanticismo pasado de moda. Incluso la
serenata para que valga la pena tiene que ser con algún cantante famoso, de
esos que artificialmente construyen los “managers” y los ofertan como cualquier otro producto
que luego de consumido se desecha.
Aquellos
referentes mundiales de amor ( muchas veces trágico) que la buena literatura
nos regaló, como son: Romeo y Julieta, Efraín y María, Dante y Beatriz, Don
Juan Tenorio y Doña Inés, El Quijote y Dulcinea, El Cid Campeador y Doña Inés,
Hamlet y Ofelia, resultan personajes cada vez más lejanos ya que son pocos quienes
han leído estas novelas.
Inclusive, son
escasos los conocimientos que las nuevas generaciones tienen de las parejas de los dioses del Olimpo, y fueron el símbolo
de estos bellos sentimientos, es así como progresivamente se diluyen de la
memoria colectiva Ulises y Penélope, Adonis y Afrodita. Lo mismo ocurre con
Adán y Eva de quienes heredamos el pecado original, Dalila y Sansón en lugar de
amor pasional representan aquello que en estos tiempos se han dado en denominar
“durmiendo con el enemigo”.
Personajes
famosos de la vieja Europa como los reyes católicos Felipe e Isabel, Felipe el
Hermoso y Juana la loca, Marco Antonio y Cleopatra, Napoleón y Josefina, sirven
para recrear películas de guerras antiguas, olvidándose de los difíciles retos
y rupturas existentes entre las tensiones del ejercicio del poder y los cálidos
sentimientos del amor.
Es posible
que, aunque difusa, sea algo más cercano a la idea del amor sin límites el
vivido aún en la distancia entre Sucre y Mariana Carcelén, o tal vez encarne
mejor la expresión latina del conquistador Bolívar y la liberal Manuela.
Las relaciones
sentimentales de famosos políticos hacen que aún en temas de amor sean
controversiales, así Velasco Ibarra y Corina Parral son expresión de una
vinculación que trasciende la muerte; más polémicos resultan John y Jackie
Kennedy, Bill e Hillary Clinton.
Hasta las
musas inspiradoras de pintores y cantantes parecen estar en extinción, nos
quedan las referencias de Picasso y María Teresa, Dalí y Gala, John Lennon y
Yoko Ono, Paúl y Linda McCartney. Hoy parece que los extremos son los que
fascinan, es así como personajes de la cinematografía pudieran resumir los
tiempos del amor ingenuo, fantástico y quizá hasta brutal, Tristán e Isolda, el
Conde Drácula y Mina se inscriben en esta tendencia.
El amor y la
amistad deben ser vividos como sentimientos superiores de los seres humanos y
no como simple oportunidad de negocios, ostentosidad, superficialidad y materialismo
deshumanizante. Que la celebración del 14 de febrero sea propicia para hacer
que el diálogo prospere y abra las puertas para que afloren los mejores
sentimientos que nos lleven a enmendar errores y consolidar virtudes.
Recordemos con
el gran Roberto Carlos una hermosa creación apropiada para este tema:
Yo soy de esos amantes a la antigua
Que suelen todavía mandar flores
De aquellos que en el pecho aún abrigan
Recuerdos de románticos amores
Yo soy aquél amante apasionado
Que aún usa fantasía en sus romances
Le gusta contemplar la madrugada
Soñando entre los brazos de su amada
Yo simplemente soy de esa clase
Que ya no es muy común en nuestros días
Las cartas de amor
El beso en la mano
Muchas manchas de carmín
Entre las sombras del jardín
Voy vestido igual que cualquiera
Y vivo con la vida de hoy
Pero es cierto que con frecuencia
Sufro por amor
Y a veces lloro por la ausencia
Porque soy de esos amantes a la antigua
Que suelen todavía mandar flores
Aunque yo sigo este mundo
Con sus modas y modismos
El amor es para mí siempre lo mismo
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