Diciembre es un mes esperado y celebrado por muchos seres humanos alrededor
del planeta; en Ecuador la Navidad, Año viejo y Año nuevo son sinónimo de
vacaciones, festejos, viajes y compras.
Creyentes y no creyentes celebran el nacimiento de Jesús con varias cenas y
reuniones, como mínimo están las del trabajo, aquellas con las amistades y también
están las que reúnen a la familia; el estrés mayor se presenta a la hora de
comprar los regalos, largas filas en los centros comerciales sirven para
“aprovechar” las ofertas. El consumismo del mundo capitalista en su máxima
expresión.
Cosa parecida ocurre con el año viejo y el nuevo; la farra, el “tour” para
mirar enormes monigotes y lucir las mejores galas producto de las recién
incorporadas prendas recibidas o compradas en Navidad. Espejismos de una
prosperidad marcada por lo que tienes y no por lo que eres.
El estilo de vida homogenizante de corte occidental, impuesto en nuestras
sociedades, ha vaciado de contenidos a diferentes celebraciones; hoy por hoy,
las fiestas han dejado de vivenciarse y sentirse. Es hora de hacer un llamado
para que en este acelerado estilo de vida de urgencias y superficialidades nos
detengamos aun cuando sea un momento para CoRazonar las fiestas, si nuestras
acciones tienen dosis equilibradas de sentimiento y de pensamiento, estaremos
sentipensando y esto dará paso a una toma de conciencia de los verdaderos
valores de la vida, esto es poner corazón y razón a la existencia, en donde
igual de importante es la realización individual como la colectiva, en donde
los egoísmos dan paso a la solidaridad, en donde dejamos atrás la manoseada
tolerancia para hacer efectivo el respeto a la diversidad.
Corazonar la fiesta es algo más que la farra estrafalaria llena de exhibicionismos
individuales, es dar paso a un necesario reaprender a compartir con nuestros
seres queridos. Las querencias, los afectos deben retomar la vida social para
cantar, bailar y decir lo que el corazón dicta.
La reflexión sobre lo que hemos hecho o dejado de hacer en un año
calendario debe servir para procurar ser, en adelante, mejores seres humanos;
que aprendamos a corregir errores y a potenciar virtudes; que la fiesta, máxima
expresión de humanidad, sirva para aflorar lo mejor de nosotros y aportar en la
construcción de sociedades más equitativas, menos injustas, más sinceras.
Que los deseos de feliz navidad y próspero año nuevo, no sea una frase fría
que llena tarjetas y atiborra de mensajes nuestras redes sociales, que esos
buenos deseos sean expresiones que nacen del corazón.
Felicidades a nuestros lectores, gracias por dedicarnos unos minutos de su
tiempo para leer nuestras reflexiones, las mismas que compartimos con ustedes
con el único afán de hacer llegar un mensaje que invite, provoque y convoque a
respetarnos mutuamente.
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