Por: Francisco Ulloa Enríquez
Uno de los problemas que más agobia a la ciudad de
Latacunga es el incremento permanente del comercio informal, anteriormente El
Salto y La Estación eran los sectores donde más se visibilizaba el caos, en la actualidad
se ha extendido a todos los barrios urbanos, cada vez es más frecuente
encontrar en semáforos, plazas y calles a comerciantes informales buscando vender
cualquier cosa para ganarse la vida.
Súmese a esto el ejército de desempleados que día a
día crece y parece para algunos que forman parte del paisaje deprimente de una
ciudad donde sus autoridades carecen de iniciativas para abrir un gran abanico
de oportunidades laborales.
La gran mayoría es gente sin formación académica y
que a duras penas saben leer y escribir, según el último reporte del INEC, a
nivel nacional, 2,7 millones de personas trabajan en la informalidad y, lamentablemente,
en Latacunga se está sobre la media nacional.
Las personas que trabajan de esta manera están expuestas a altos riesgos por la inseguridad en la que tienen que vivir, la explotación laboral ha devenido en una especie de neoesclavismo, con muy pocas oportunidades de capacitación, ingresos irregulares, largas jornadas de trabajo, ausencia de beneficios laborales y la seguridad social es una utopía.
Las condiciones socioeconómicas del país y de Latacunga, una ciudad con altos índices de migración campesina, agravan un problema del cual los aspirantes a ocupar cargos edilicios en el Gobierno local no atinan a plantear propuestas que propicien soluciones reales e integrales a un fenómeno multicausal. Es así que se repite más de lo mismo: hablan de mano dura para combatir la informalidad, otros plantean construcción o remodelación de mercados y ferias.
Hasta ahora de ningún candidato he escuchado ni una sola idea sobre cómo hacer que ese ejército de informales se incorpore al mundo formal del trabajo. Es en torno a esa idea central sobre la que han de ocuparse, y para ello es necesario ofrecer incentivos a los trabajadores informales que se incorporen a programas bien estructurados de desarrollo laboral. Es así que se pudiera pensar en seguros de salud, acceso a programas de vivienda popular, regulaciones menos sancionadoras y más promotoras de bienes y servicios de calidad que motiven a apostar por la formalidad, líneas de crédito para asociaciones de comerciantes, la mejor forma de enfrentar la informalidad es ofreciendo capacitación para mejorar la competitividad.
Para un problema complejo, en el que confluyen factores económicos, laborales, de acceso al financiamiento, de condiciones de trabajo, administrativos e incluso de carácter socio cultural se requiere una propuesta integral de desarrollo humano, que consolide núcleos familiares, dinamice la organización con asociaciones de comerciantes y que eduque al consumidor.
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