Por: Francisco Ulloa Enríquez
La ocupación arbitraria de espacios públicos por
parte de negocios privados se incrementa día a día en la ciudad de Latacunga,
esto ocurre ante la pasiva mirada de las autoridades que parecería les gusta
vivir en medio del caos.
No me refiero únicamente a los cientos de
vendedores ambulantes, sino a aquellos que convierten amplias avenidas en
mecánicas para transporte liviano y pesado, talleres de pintura, almacenes de
auto lujos que ocupan los frentes de sus negocios para su uso exclusivo, bloqueras
y establecimientos de diferentes artículos que invaden las veredas para
promocionar sus productos, en fin, la lista es extensa.
El olor
a combustible, los golpes del martillo moldeando el metal y el reventar de los
tubos de escape son una constante; es fácil ver sobre las calles y aceras:
gatas, tuercas, alicates, destornilladores, llantas y otros artículos. Curiosamente
junto a estos establecimientos que generan altos índices de contaminación funcionan
restaurantes y locales que empacan alimentos, si no lo creen, les invito a darse una vuelta por la avenida Iberoamericana
en la parroquia Eloy Alfaro.
Esta indisciplina ciudadana se produce porque para
las autoridades es más fácil hacerse de la vista gorda antes que buscar una
solución definitiva que ordene la ciudad, dinamice el sector productivo y de
servicios. No es la primera vez que señalamos la necesidad de contar con un
parque industrial y un parque artesanal; tampoco es la primera vez que
recordamos a quienes ejercen el gobierno local que los planes de desarrollo son
para ejecutarlos y las ordenanzas para hacerlas cumplir.
Conciudadanos, en la campaña electoral en curso,
exijamos a los cientos de candidatos pronunciamientos claros sobre estos
aspectos, que no se queden en eslóganes publicitarios, la apatía de la
ciudadanía en torno a la designación de nuevas autoridades en gran medida
obedece a la ausencia de propuestas serias y concretas que ofrezcan solución a
los problemas diarios.
Como la
esperanza es lo último que se pierde, esperemos que, más temprano que tarde,
podamos empezar a hablar de cómo nuestras autoridades en el ejercicio pleno de
la democracia participativa hacen realidad que Latacunga sea una ciudad creativa,
inclusiva, respetuosa del medio ambiente, segura, productiva y que brinde
garantías para el buen vivir.
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